¿Quién doblará las campanas?

¿Quién doblará las campanas?

Presentación Cuéllar No es un hombre común y corriente; de tras de él, hay un bagaje que se refleja en sus 87 años, transitando por los caminos de la vida de un pueblo que parece que quedo extasiado en una soledad tradicional de los viejos badajos de acero que cuelgan en el campanario de la iglesia construida en el siglo XVII y que anunciaba el doble, en las primeras horas del sol… el lamento fúnebre que divulga el eco, que alguien de los simiteños ha muerto, así hubiese perecía en el más recóndito rincón del mundo.

 

El viejo cantautor, de esos gozos religiosos, que en un latín poco masticado, salía de su garganta ronca el sonido que se esparcía libre en el viento, donde rodaban melodiosos sonidos de barroco, que se impregnaban como el saúco, en las paredes de calicanto que sostienen la belleza inmarcesible de la imagen Original.

 

Cuéllar Ramírez, gozaba de un imaginario que solo se puede plasmar con tinta indeleble en esos mojones que catapulta el realismo “Garciamarquiano” donde se dibuja en sus ojos profundos, letras triste de los Monos que se niegan a desaparecer en una tradición ortodoxa, que se pasa de generación en generación.

El campanero del pueblo, conduciéndonos casi un siglo por el camino viejo que nos lleva a las aguas ardientes del río Simití, que entre cruzan por el ataúd de Paredes de Ororia, donde los vientos fantasmagóricos brotaban de los rincones oscuros, hacen temblar las canoas que se estremecen por el fuerte oleaje que golpeaba sin frenesí, la taruya parida de lilas, que se entremezclan en los matorrales que bordeaban el caño.

 

Ese es el hombre que su corazón dejó de latir, después que Dios lo bendijo por ser el último fallecido de sus hermanos, que con aroma de ciénaga, vivió etapas maravillosas dejando el semblante en los surcos que se plasman en su frente,  que solo pudo marcar el tiempo, de los matracazos que daba el descanso de los nazarenos.

scroll to top